Es uno de los síndromes más comunes en las relaciones tóxicas y se caracteriza por tratar de que la pareja que se tiene sea como uno quiere. Cuáles son los peligros de sentir y actuar de esta manera
Por qué queremos cambiar a nuestra pareja, qué es lo que no nos gusta de ella, los interrogantes y planteos continúan y se agolpan en una lista que parecería no tener nada bueno. Lamentablemente muchas relaciones que se han tornado tóxicas tienen mucho de esto y el hacerse daño a pesar de que exista amor se convierte en algo normal dentro de ese vínculo.
Para explicar un poco qué es lo que sucede es importante hablar de la cultura occidental y machista, la cual sostiene que el hombre creó a la mujer, que de una costilla del hombre se inventó una mujer que lo acompañe.
Siguiendo la misma línea y adentrándonos en el mundo de la mitología griega hablaremos de la leyenda de Pigmalión, rey de Chipre. Según la leyenda, este último buscaba a la mujer perfecta, pues las reales le parecían imperfectas, por eso comenzó a esculpir una figura en marfil del modelo ideal que buscaba. El mismo debía reflejar la belleza femenina, armonía, nobleza, ternura y sensibilidad.
No descansó un solo instante hasta que terminó una escultura perfecta, tan perfecta en su forma, que se enamoró de ella. Invocó a los dioses, especialmente a la diosa de la belleza y del amor, Afrodita, quien decidió dar vida a la estatua, y la llamó Galatea.
Pasaron los siglos y hasta hace poco tiempo este complejo hacía mención exclusivamente referida al sexo masculino, pero en la actualidad se denomina Pigmalión a aquellas personas que se enamoran de lo que esperan cambiar en su pareja y lograr así el ideal buscado.
El efecto de este síndrome se puede dar en cuatro ámbitos: psicológico, social, laboral y educativo. Aquí me centraré en el enfoque psicológico y sus consecuencias en las elecciones de las relaciones amorosas ya que es muy importante la función de idealización y las elevadas expectativas que se tienen al iniciar una relación, lo cual puede resultar una gran exigencia para el otro.
¿Qué puede haber más halagador al narcisismo, a la egolatría, que inventar un amor a imagen y semejanza de su deseo? Es lo que sucede con quienes no se resignan a aceptar las irremediables e inexorables diferencias entre uno y otro, y persisten en la búsqueda de un ideal, imposible de lograr, que generará conflictos, desilusiones, rupturas.
¿Qué sucede en estas parejas? Pasado el primer tiempo enceguecedor, típico del enamoramiento, llega la hora de la verdad, se rompen los espejismos, surgen las diferencias y los que persisten en lograr la perfección. No negocian, se retiran del vínculo en la creencia ilusoria que en otros marfiles esculpidos encontrarán a la pareja perfecta y a mayor expectativa de lograr transformar al otro, mayor garantía de imperfección y disfuncionalidad.
A veces, el efecto Pigmalión puede ser positivo, cuando no lesiona la armonía de la identidad de la pareja y se aúnan los esfuerzos para conseguir un fin determinado. De ahí la importancia de poder amar al otro a pesar de las diferencias, de sus características y preferencias, aunque éstas no nos agradan demasiado.