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  • Lic. Adriana guraieb

Patologías laborales que producen crisis


Situaciones hostiles. Pasada la mitad del año, pero lejos todavía de las vacaciones, las tensiones que conviven en el trabajo pueden detonar.

Las patologías laborales pueden hacerse más evidentes en esta época, cuando el receso de mitad de año pasó y las vacaciones de verano están lejos para quienes no se sienten cómodos en su trabajo. Hay situaciones y conductas nocivas que, si no se resuelven a tiempo o se resuelven de manera injusta, pueden traducirse en menor rendimiento laboral y detonar conflictos.

No es pereza, es “bore-out”. El bore-out es un nuevo riesgo laboral y hace referencia a una patología del trabajo que se expresa a través de un profundo estado de aburrimiento de quien lo realiza y daña tanto como el estrés. Las consecuencias son similares (depresión y descenso de la autoestima). Pero, a diferencia del estrés, la persona no se encuentra sobreexigida, sino que siente que su trabajo es monótono y rutinario.

Este tipo de trabajo trae estados de desgano y aburrimiento, debido a que el empleado no tiene cómo ocupar su día. Como consecuencia, surge el desinterés y la falta de compromiso con la tarea. Lo significativo de estas situaciones es que el trabajador que no tiene nada que hacer disimula y finge estar muy atareado y posterga la realización de las tareas o las ejecuta en mucho más tiempo del necesario. Se diferencia del burn-out porque este estado refiere a tener la cabeza quemada y es un acoso laboral, pues la tarea a realizar a veces es tan exigente, tan vasta, que paraliza al trabajador, lo desgasta hasta el punto que vive con el temor a que el tiempo no le alcance para terminarla. A los efectos de tener mayor claridad a la hora de un diagnóstico situacional, hay que destacar que burn-out implica un acoso que proviene de la misma tarea, el mobbing implica un acoso que proviene de terceros y en el bore-out no hay acoso, hay aburrimiento.

 

Abordajes. El deterioro que producen estas situaciones hace que se afecte la identidad profesional, al tiempo que la persona se siente cada vez más desvalorizada y disminuida, con una reducción progresiva de la motivación laboral.

El tratamiento se basa en un trípode, cuyo acento estará dado según la patología laboral de que se trate.

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Reorganizar los factores laborales. Esto quiere decir que se debe reducir la carga horaria o carga de funciones, respetar los tiempos de almuerzo y de salida y las vacaciones de los empleados.

Modificar los factores subjetivos. No poner el acento en la valoración de los otros.

Pero quizá lo más importante sería gestionar técnicas y recursos que faciliten el proceso de humanización laboral y gratificación del trabajador.

 

¿Qué es el “burn-out”? El burn-out es un término que proviene del inglés y que alude a “quemar”, “consumirse”. En realidad, es una metáfora que expresa la enorme presión que padecen muchas personas en sus puestos de trabajo, donde el mandato es estar siempre en carrera y todo parece estar pedido “para ayer”.

También como consecuencia, suele hablarse de burn-out cuando, como consecuencia de lo expuesto, la persona presenta un desgaste profesional.

Esta enfermedad fue detallada por primera vez en 1974 por el psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger, quien la describió como “una sensación de fracaso y una experiencia agotadora, que resulta en una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador”. Es la forma de estrés grave, crónico y de origen laboral.

Síntomas. Múltiples y variadas manifestaciones nos avisan que estamos en riesgo: comienzan a observarse en el plano psicológico y luego avanzan y se hacen visibles en los planos corporales (fatiga, insomnio, dolores de cabeza, falta de deseo sexual, estado permanente de tensión, comportamientos agresivos no habituales).

Ante las consecuencias de resquebrajamiento que se trasladan al ámbito familiar y social, se recurre con frecuencia a drogas, alcohol, adicciones –en general, como paliativos inmediatos–, pero sin un tratamiento puede suceder que avance el cuadro de estrés y el trabajador se sumerja en un colapso emocional y físico que lo obligue a una licencia o, directamente, al abandono del trabajo.

En síntesis, se observa:

Depresión: la sensación que puede expresarse a través de afirmaciones del tipo “ya no puedo más, ya no tengo energía para hacer nada” o “ya no me interesa nada”.

Ansiedad: se trata de la imposibilidad de detener conductas compulsivas y manifestaciones físicas, como sudoración o palpitaciones.

Desmotivación laboral: el sentimiento de fracaso, de estancamiento profesional y frustraciones que se verifican aparentemente en diferentes planos, hasta el punto que el cuadro de burn-outestá consumiendo o quemando todas las áreas de vida de la persona.

Población más afectada

Al parecer, algunas profesiones y oficios son particularmente sensibles o vulnerables para este síndrome. Algunos ejemplos de ellas son: médicos, enfermeras, psicólogos, asistentes sociales, taxistas y conductores de colectivos.

Pero estas patologías también se observan con mucha frecuencia en empleados que están en relación de dependencia, con horarios muy extensos o condiciones desfavorables en su ámbito de trabajo.

En una palabra: toda persona que esté sometida a fuertes presiones o que trabaje en ambientes hostiles.

¿Es posible estar feliz y satisfecho en el trabajo?

Si en una empresa los empleados disfrutan del trabajo y están concentrados y contentos, se puede decir que tienen una experiencia positiva, una experiencia denominada con el término inglés “flow” (por “fluir” o “flujo”, en el sentido de “ir con la corriente”). Para ello, hay diferentes estrategias, como:

  • Compensar a las personas que muestran satisfacción en el trabajo.

  • Encontrar nuevos modos de dar sentido y valor agregado a la tarea (variedad de trabajos, desafíos, autonomía).

  • Crear un ámbito laboral agradable, con buena iluminación, limpieza, seguridad, buen sueldo, horarios adecuados, todo ello aporta un bienestar que se traslada a la producción.

Estos factores permitirán a las empresas que lo implementen aproximarse a los modelos de excelencia y calidad y es allí donde el “flow” es una experiencia positiva. En síntesis, la experiencia de fluir en el trabajo es más probable si existe un equilibrio entre el desafío y las habilidades, o sea, entre las demandas laborales y los recursos personales.

El concepto llamado “flow” fue desarrollado por el psicólogo croata pero formado en Estados Unidos Mihalyi Csikszentmihalyi (autor de los libros Fluir: Una psicología de la felicidad y Buen trabajo: cuando ética y excelencia convergen).

Csikszentmihalyi lo define como un estado en el que la persona está absorta en una actividad para su propio placer, el tiempo vuela y aprovecha sus aptitudes al máximo. Muchas veces pierde la noción del tiempo y siente una gran satisfacción.

El concepto se aplicó al campo laboral y, aunque suene ingenuo ya que el trabajo perfecto e ideal no existe, es posible lograr trabajos estimulantes y placenteros.

*Psicoanalista y escritora.

Nota publicada por el Diario LaVoz

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